Crónica por Zay Leyva
Fotografías por @evilisrael_ Israel Martínez
Nos lanzamos a la ciudad de los volcanes para asistir a uno de los eventos más esperados de la temporada: el ritual de Caifanes en el recién inaugurado Estadio GNP, con una impresionante capacidad de 65 mil personas. La noche prometía ser mágica y llena de emociones.
Llegamos alrededor de las 8:30 y la multitud ya estaba ansiosa, gritando “¡Pongan Caifanes!”. Fue emocionante ver a niños y a rockeros de antaño esperando el concierto con la misma ilusión, creando una atmósfera de nostalgia y camaradería.
Minutos antes de las 9, las luces se apagaron y apareció Saúl Hernández, seguido por Diego y Alfonso. La emoción se desbordó y uno de los momentos más emotivos fue cuando tocaron “Antes de que nos olviden”. Las lágrimas y los abrazos entre los asistentes reflejaban la profunda conexión con la música de Caifanes.
En uno de los instantes más enérgicos de la noche, tomamos aire para gritar a los cuatro vientos: “¿Serán los dioses ocultos?”. Todo el estadio vibró con esa energía, y por un momento, todos fuimos uno solo, unidos por la magia de la música.
La noche continuó con invitados especiales como Vivir Quintana, quien interpretó “Sin miedo”, y Memo Briseño y Sergio Arau con “Alarma”. Fue reconfortante y conmovedor ver cómo una banda nacional puede convocar a tanta gente y lograr un sold out en el ex Foro Sol.
Canciones como “Ojo de vendado” y “Afuera” elevaron los ánimos al máximo, y todos cantamos y nos emocionamos antes de una breve pausa. La nostalgia se mezclaba con la euforia, creando una atmósfera única.
El encore fue coronado por “Te lo pido”, aunque muchos tuvieron que salir para alcanzar el último tren del metro, pero lo hicieron cantando a todo pulmón. La despedida fue agridulce, pero llena de gratitud.
El final llegó con “Aquí no es así”, “No dejes que” y “La célula que explota”. Sin duda, ver a Caifanes fue una experiencia memorable, algo que teníamos que hacer al menos una vez en la vida. Gracias a los dioses por permitirnos escuchar a Caifanes, la leyenda que no muere.