Fotos cortesía de Ocesa César Vicuña
Una noche de fiesta, nostalgia y euforia pura. Así se vivió la celebración de los 40 años de trayectoria de La Maldita Vecindad y Los Hijos del 5º Patio en el Velódromo Olímpico. No fue solo un concierto, fue una gala circense que se transformó en un viaje a través del tiempo, un reencuentro con la esencia del barrio y la música que ha marcado a generaciones.

Desde el primer momento, el ambiente festivo se apoderó del recinto. La temática de circo no era un simple adorno, era el hilo conductor de una experiencia inmersiva que transportaba a los asistentes a la carpa del “Gran Circo“, su emblemático segundo álbum que también celebraba 35 años. La velada arrancó con una gran puesta en escena: zanqueros de colores vibrantes y la aparición de dos botargas de xolos que daban la bienvenida a la gran celebración. El rugido de un dragón de fuego de utilería elevó aún más la emoción, dejando claro que esta noche sería inolvidable.

El escenario se iluminó y la banda tomó su lugar, desatando la euforia de la multitud. Roco Pachukote, con su inconfundible voz, lideró el recorrido musical que abarcó más de 22 canciones. La banda, con esa fusión inigualable de rock, ska, reggae, punk, danzón y bolero, demostró por qué sigue siendo una de las agrupaciones más influyentes de la música mexicana. Los éxitos se sucedieron uno tras otro, provocando que miles de gargantas corearan cada letra. Temas como “Pachuco” y “Kumbala” convirtieron el Velódromo en una pista de baile masiva, un solo movimiento de cadera y baile que unía a la gente en una sola energía.

La lista de canciones fue un regalo para los más fieles, con joyas como “Un Gran Circo”, “Bailando”, “Don Palabras” y “El Tieso y la Negra Soledad”. La banda no se guardó nada, entregando su corazón en cada nota. El concierto no solo se trató de música, también fue una muestra de la destreza circense que formaba parte del espectáculo. Contrapesistas y equilibristas subían al escenario en distintos momentos, ejecutando acrobacias que complementaban el ritmo de las canciones, agregando un elemento visual que cautivaba a la audiencia.

La noche cerró con un emotivo y poderoso encore, donde resonaron los acordes de “Calavera Baile” y una muy particular versión de “Querida” de Juan Gabriel, una de las canciones que más coreó el público. Con la salida del escenario de la banda, quedó flotando en el aire una sensación de satisfacción y alegría. La Maldita Vecindad ha cumplido 40 años y demostró que su música es un grito atemporal de identidad, resistencia y, sobre todo, una invitación a bailar sin fronteras. Fue un recordatorio de que, a través de sus canciones, el “Gran Circo” del barrio seguirá girando por muchos años más.
