Si hay algo que no perdona en la escena independiente, es la autenticidad. Y Rhett Repko, ese underdog de la composición que desde 2017 viene tallando su nombre a puro riff y letras afiladas, acaba de soltar un golpe bajo al cinismo romántico con su nuevo single ‘How Cold’. Producido por Mark Needham (colaborador de The Killers e Imagine Dragons), el tema es un huracán de guitarras crudas y melodías que se clavan como tachuelas en un club clandestino.

Desde los primeros segundos, ‘How Cold’ no pide permiso: baterías explosivas, bajos que resuenan en las costillas y la voz de Repko, cargada de una urgencia que recuerda a esos himnos punk que nacieron entre paredes sudorosas en el Nueva York de los 70. Pero no se equivoquen: aquí no hay nostalgia impostada. Repko toma esa esencia visceral y la proyecta con una producción impecable, moderna, sin pulirle las aristas. Es como si los Ramones hubieran colisionado con la obsesión sonora de un millennial criado a base de Nirvana y Beatles.
La letra, un puñetazo a la ingenuidad amorosa, retrata a esa persona que todos conocimos (o temimos ser): alguien frío, esquivo, cuyo magnetismo es tan peligroso como adictivo. “Hablamos de alguien que sabes que te va a destrozar, pero te da igual porque el riesgo es parte del juego”, explica Repko. No es un lamento, es una advertencia envuelta en distorsión y coros que gritas aunque te duela la garganta.

Con cinco temas en el Top 100 de radios universitarias en EE.UU. y colaboraciones con pesos pesados como el ingeniero Chris Gehringer (ganador de un Grammy), Repko no necesita aval de discográficas. Su fórmula es simple: canciones que suenan a legítimo garage rock pero con la precisión de un reloj suizo. ‘How Cold’ ya escala en listas y no es difícil ver por qué: tiene el caos controlado de quien estudió música formalmente, pero nunca desaprendió a rebelarse.
¿Qué sigue? Si la tendencia sigue así, a Repko no le alcanzarán los dedos para contar éxitos. Mientras, ‘How Cold’ está ahí, disponible para quien se atreva a prenderle un cerillo a sus propias reglas. Porque el amor, como el buen rock, duele… pero qué bien suena cuando arde.